Recuerdo que la primera vez que oí la palabra Mundodisco fue en boca de Luis Salvador. Por aquel entonces yo era asiduo visitante de una extraña librería situada en una cacharrería, y lo era más por disfrutar de una buena conversación que por ser un buen cliente. Tras el cierre, al mediodía, sentados en el Bar Trole, él ante una cerveza y yo refresco en mano, Luis me iba traduciendo y escenificando, entre carcajadas, fragmentos de la edición en inglés de El Color de la Magia. Cuando tiempo después la novela apareció publicada en España por Martínez Roca, me lancé sobre ella como lobo sobre cordero. Y disfruté con cada bocado.
Pasó el tiempo. Nació gente, murió gente, las olas dibujaron interesantes pautas sobre el mar... Y la librería, cual mantis, lenta e inexorablemente, devoró a la cacharrería hasta no dejar ni rastro. El librero, de momento, seguía ahí, y aunque mis visitas a la librería eran menos frecuentes (tenía trabajo) sí que les eran más rentables (tenía trabajo). Un buen día, creo que poco antes de la publicación de La Luz Fantástica, pasé por allí con la intención de reservar un ejemplar, no fuera que me quedara sin él. Y allí estaba la enjuta figura de Luis Salvador, conversando afablemente en inglés con un tipo barbudo de mirada chispeante y vivaz. Interrumpió la conversación para saludarme y decir cinco palabras:
"Te presento a Terry Pratchett"
Me quedé tan atónito que no sé si Terry me estrechó la mano para saludarme o para comprobarme el pulso. Acto seguido Luis propuso que les acompañara a tomar unas horchatas. Balbuceé un sí. Momentos después, tras un paseo por el centro de Barcelona que yo hice levitando, acabamos en una horchatería de Ronda Sant Antoni, cada uno con un vaso enorme de lo que Pratchett definió como el mejor refresco del mundo (cerveza incluida). Mientras Luis y Terry charlaban, yo sorbía mi horchata feliz como un turista, aunque me faltaban una camisa floreada y un baúl de peral sabio para que el cuadro fuera perfecto.
Así lo recuerdo yo. Y no puedo evitar que esas escenas vuelvan a mi mente cada vez que me hablan de
Mundodisco. O cada vez que me comentan, en voz baja y como si de una confidencia se tratara, que
Terry Pratchett tiene
Alzheimer. Terrible enfermedad para un escritor, alguien que esculpe su trabajo a base de memoria y palabras, pero que él afronta con un talante que va más allá de la flema inglesa,
como puede leerse en esta entrada de Nexo de Caminos que reproduce una entrevista en la que el escritor defiende un tema tan espinoso como la eutanasia. Tras leerlo, como siempre que me mencionan a Pratchett, los recuerdos me han asaltado sin piedad. Y, vayan ustedes a saber por qué extraña asociación, me ha dejado en el paladar un inconfundible regusto a horchata.