|
Retrato de El carnicero de Milwaukee |
Cada vez son más los autores que optan por el cómic como medio para adentrarse en el mundo de los asesinos en serie. La puerta abierta por
Alan Moore con
From Hell sirvió para que otros escribieran magníficos relatos, como
Bendis con
Torso o la excelente
El asesino de Green River,
que ya comentamos en su día en este blog, por citar tan sólo un par de ejemplos. Ahora nos llega
Mi amigo Dahmer, novela gráfica escrita por
Derf Backderf y publicada por
Astiberri, en la que el autor nos presenta las vicisitudes adolescentes de
Jeffrey Dahmer, al que más tarde se le conocería como
El carnicero de Milwaukee, uno de los asesinos en serie más brutales de la historia de los Estados Unidos.
Derf Backderf construye su relato a través de sus propios recuerdos, ya que él y Dahmer estudiaron en el mismo instituto e incluso formaron parte de la misma pandilla. La adolescencia de Dahmer es absolutamente gris, marginal, introvertida, la de una persona inadaptada que, no es que sea rechazada de manera ostensible por su entorno, sino que simplemente es absolutamente ignorada. El hecho de ser absolutamente invisible favorece a que sus acciones, incluso las más aberrantes, pasen como pura anécdota o simples extravagancias, y éstas se suceden sin despertar ningún tipo de alerta o interés por parte de los demás. Mi amigo Dahmer es de hecho el relato de un lento, inexorable e inevitable descenso a los infiernos, y el mayor acierto es que el autor ni justifica al asesino ni culpa al entorno, sino que simplemente se limita a dar testimonio de los hechos, sin juzgarlos.
"Éste es el gran final de una vida malgastada, y el resultado final es abrumadoramente deprimente... La historia de una vida patética, enferma y miserable, nada más" .- Jeff Dahmer
La estructura narrativa y secuencial que emplea Backderf es clásica y simple, lo cual facilita la lectura y la inmersión en la historia, acompañada por un dibujo muy personal e underground, más cercano a la caricatura que al realismo, lo cual ayuda a que nos sintamos un tanto incómodos ante lo que nos narra, que para nada es cómico, sino más bien abrumadoramente patético, rayando incluso a veces el horror. Esa cotidianeidad, esa aparente normalidad, es tal vez lo que más desazón nos provoca en el relato, ya que parte de la historia se nos antoja a veces demasiado cercana y familiar, cómo si fuera un reflejo distorsionado de nuestra propia adolescencia. Eso es lo que más horroriza de esta narración, pues Dahmer podría formar parte de nuestra historia personal y haber sido cualquiera que hubiéramos conocido en nuestro pasado: un vecino, un compañero de clase, incluso tal vez un viejo amigo, o quizás, quien sabe, hasta nosotros mismos.