Hace poco más de un mes Glénat publicó La isla sin sonrisa dentro de la línea Delicatessen. Nada más acertado, pues el trabajo de Enrique Fernández es realmente magnífico.
Una historia fantástica
Milander Dean viaja hasta la remota isla de Yulkukany para realizar unos estudios de geología. Allí conoce a Elianor MiseYukinde, una niña entusiasta que desmontará su concepción del mundo y de la vida. Éste podría ser un resumen del argumento, pero la historia encierra más. Mucho más.
La isla sin sonrisa es un cuento fantástico. Encontramos varios elementos arquetípicos, como bosques encantados, espíritus malignos y sus familiares, animales que pueden comunicarse con los humanos. Todos estos elementos se nos muestran gradualmente, de menor a mayor presencia, pero no dominan el relato. Como en toda buena narración, son simples guías para que podamos llegar al mensaje que el autor quiere brindarnos. Porque, como todo cuento, La isla sin sonrisa encierra un mensaje, una moraleja. Una lección sobre la vida.
Entre la ilustración y la animación
En El Mago de Oz, un trabajo anterior, Enrique Fernández ya nos había deleitado con su arte. Su estilo está muy cercano a la ilustración juvenil y a la animación, pero a diferencia de otros autores, tiene la virtud de no olvidar que el medio en el que se mueve es el de la historieta, y desde ese punto de vista, la narrativa es perfecta, no una simple sucesión de bellas imágenes. Del resto... Sólo tenéis que ver el vídeo que encabeza este artículo. Así que sentaos y disfrutad.
Un mensaje vitalista
La isla sin sonrisa es tremendamente optimista. Nos recuerda que la vida merece ser vivida, que siempre hay esperanza y que la felicidad existe. No importa lo que nos haya ocurrido, por terrible que sea. Si no nos dejamos vencer por la adversidad, si no cedemos ni un milímetro a la desesperanza, toda herida puede cicatrizar. Y el camino hacia la felicidad aparecerá, simplemente, ante nosotros.