Un viaje de ida y vuelta |
Pergamino es la última obra del tandem de autores formado por Sergio A. Sierra y Meritxell Ribas, que ya antes nos habían obsequiado con la adaptación de Frankenstein o con Pincel de Zorro. Y también la más ambiciosa de ambos hasta la fecha.
En esta novela con estructura de cuento y aires legendarios, se nos narran las aventuras y desventuras del joven Pergamino, un inocente niño que parte de su hogar en busca de un libro mítico, El Grimorio de los Sinsabores, el cual debe entregar como pago a Yákov Dragossany, un tenebroso upiro (una suerte de vampiro propio del folclore eslavo) para que éste anule la maldición que ha lanzado sobre su padre, un extraordinario bibliotecario y aún más famoso cazador de libros. Le acompañan en su empresa, con más desgana que interés, dos pintorescos demonios, Susurramales y Cabrunillo.
Pergamino es la narración de una búsqueda y de un viaje, de ida y vuelta. Gracias a las andanzas de su trío protagonista descubriremos buena parte de la mitología eslava, de la que Sergio A. Sierra demuestra ser buen conocedor, y además consigue a través de su relato que nos fascine tanto como a él. A ese respecto es de gran utilidad, aunque no imprescindible para la comprensión de la novela, el pequeño glosario de términos que se incluye como apéndice en el libro. La prosa empleada es fluida y clara, sin demasiada retórica ni florituras innecesarias pero sin restarle emotividad, ya que para el autor es más importante lo que se cuenta que el cómo se cuenta, con lo que consigue que la novela pueda ser de interés para todo tipo de público, ya sean jóvenes o adultos, nuevos o expertos lectores.
En Pergamino no hay personajes superfluos, ya que todos tienen su papel vital en la trama en un momento dado, y aunque aparentemente no exista relación entre ellos, la mayoría tienen sus destinos unidos y cruzados, como si formaran parte de una madeja de lana que el autor sabe desenredar en el momento adecuado. Otra característica común en los personajes, y un tema recurrente en la novela, es la del sacrificio personal para conseguir un fin, y si este sacrificio vale la pena si ello pone en peligro la vida de los demás, la propia o significa perder la propia identidad. Tal vez ese sacrificio no es necesario, ni es aconsejable coger atajos para conseguir nuestros sueños, ni es útil caer en la desesperación o dejarse llevar por los impulsos más primarios para conseguir nuestros fines. Tal vez la solución a nuestros problemas es más sencilla y menos costosa, y está más cerca de lo que pensamos: en nosotros mismos y en quienes nos quieren.
Como compañeras de viaje en esta aventura tenemos las bellas ilustraciones de Meritxell Ribas, una maestra del grattage, que evocan a la perfección los momentos más importantes de la novela y también la apoyan, pues intensifican la atmósfera y la emotividad de la narración. Pues Pergamino, a pesar de ser una leyenda novelada y ser una ficción, no sería lo que es ni transmitiría lo que transmite si no tuviese parte de realidad. Pero esa, esa es otra historia.
En esta novela con estructura de cuento y aires legendarios, se nos narran las aventuras y desventuras del joven Pergamino, un inocente niño que parte de su hogar en busca de un libro mítico, El Grimorio de los Sinsabores, el cual debe entregar como pago a Yákov Dragossany, un tenebroso upiro (una suerte de vampiro propio del folclore eslavo) para que éste anule la maldición que ha lanzado sobre su padre, un extraordinario bibliotecario y aún más famoso cazador de libros. Le acompañan en su empresa, con más desgana que interés, dos pintorescos demonios, Susurramales y Cabrunillo.
Pergamino es la narración de una búsqueda y de un viaje, de ida y vuelta. Gracias a las andanzas de su trío protagonista descubriremos buena parte de la mitología eslava, de la que Sergio A. Sierra demuestra ser buen conocedor, y además consigue a través de su relato que nos fascine tanto como a él. A ese respecto es de gran utilidad, aunque no imprescindible para la comprensión de la novela, el pequeño glosario de términos que se incluye como apéndice en el libro. La prosa empleada es fluida y clara, sin demasiada retórica ni florituras innecesarias pero sin restarle emotividad, ya que para el autor es más importante lo que se cuenta que el cómo se cuenta, con lo que consigue que la novela pueda ser de interés para todo tipo de público, ya sean jóvenes o adultos, nuevos o expertos lectores.
En Pergamino no hay personajes superfluos, ya que todos tienen su papel vital en la trama en un momento dado, y aunque aparentemente no exista relación entre ellos, la mayoría tienen sus destinos unidos y cruzados, como si formaran parte de una madeja de lana que el autor sabe desenredar en el momento adecuado. Otra característica común en los personajes, y un tema recurrente en la novela, es la del sacrificio personal para conseguir un fin, y si este sacrificio vale la pena si ello pone en peligro la vida de los demás, la propia o significa perder la propia identidad. Tal vez ese sacrificio no es necesario, ni es aconsejable coger atajos para conseguir nuestros sueños, ni es útil caer en la desesperación o dejarse llevar por los impulsos más primarios para conseguir nuestros fines. Tal vez la solución a nuestros problemas es más sencilla y menos costosa, y está más cerca de lo que pensamos: en nosotros mismos y en quienes nos quieren.
Como compañeras de viaje en esta aventura tenemos las bellas ilustraciones de Meritxell Ribas, una maestra del grattage, que evocan a la perfección los momentos más importantes de la novela y también la apoyan, pues intensifican la atmósfera y la emotividad de la narración. Pues Pergamino, a pesar de ser una leyenda novelada y ser una ficción, no sería lo que es ni transmitiría lo que transmite si no tuviese parte de realidad. Pero esa, esa es otra historia.