Superman visto por Morrison |
Gracias al buen hacer de ECC vuelve a estar disponible al público una de las mejores historias que se han escrito sobre El Hombre de Acero en los últimos diez años: All Star Superman. Ganadora de varios premios Eisner y Harvey, esta obra reune a un tandem bastante frecuente en la escena del cómic americano actual, como es el formado por el guionista Grant Morrison y el dibujante Frank Quitely.
All Star Superman es la crónica de una muerte anunciada. Debido a un maquiavélico plan urdido por la mente maestra de Lex Luthor, Superman sufre una sobredosis de poder que colapsará definitivamente su organismo y le conducirá a la muerte. Desde ese momento, el kriptoniano inicia una carrera desenfrenada tanto para encontrar una cura (si la hay) como para dejar atados todos los cabos sueltos posibles antes de que le llegue su hora final.
Grant Morrison, uno de los guionistas más brillantes que existen, pero también uno de los más psicodélicos (algo que le ha generado tantas filias como fobias), usa esa búsqueda como hilo conductor y como excusa para ofrecernos su particular visión de Superman. En sus manos, es un remedo de Hércules, un dios caído que se ha criado entre meros mortales, y como el mítico dios griego debe cumplir doce trabajos que le permitirán pasar a la posteridad. Morrison aglutina en su historia todos los aspectos del héroe de DC, incluyendo los más recónditos, los más pintorescos y los más clásicos, con algo de su propia cosecha, y el cóctel que nos sirve, aunque en principio puede parecer extraño, acaba por deslumbrarnos tanto por su fuerza como por su originalidad.
Frank Quitely realiza aquí uno de sus mejores trabajos, lleno de expresividad y dinamismo. Su dibujo, de linea sencilla y poco recargada, claramente influenciado por maestros como Moebius (del que hereda la capacidad de sintetizar caricatura y realismo en un mismo dibujo) u Otomo (de quien capta tanto la expresividad facial como el dinamismo), acompaña en todo momento al relato, y transmite las emociones necesarias en el momento justo, ya sean dramáticas, cómicas, románticas o épicas.
Sin duda, estamos ante uno de esos libros que no deben faltar en la biblioteca de un buen comiquero, gusten o no los superhéroes, ya que no sólo dignifican al medio, sino que además justifican su existencia. Un imprescindible en toda regla.
All Star Superman es la crónica de una muerte anunciada. Debido a un maquiavélico plan urdido por la mente maestra de Lex Luthor, Superman sufre una sobredosis de poder que colapsará definitivamente su organismo y le conducirá a la muerte. Desde ese momento, el kriptoniano inicia una carrera desenfrenada tanto para encontrar una cura (si la hay) como para dejar atados todos los cabos sueltos posibles antes de que le llegue su hora final.
Grant Morrison, uno de los guionistas más brillantes que existen, pero también uno de los más psicodélicos (algo que le ha generado tantas filias como fobias), usa esa búsqueda como hilo conductor y como excusa para ofrecernos su particular visión de Superman. En sus manos, es un remedo de Hércules, un dios caído que se ha criado entre meros mortales, y como el mítico dios griego debe cumplir doce trabajos que le permitirán pasar a la posteridad. Morrison aglutina en su historia todos los aspectos del héroe de DC, incluyendo los más recónditos, los más pintorescos y los más clásicos, con algo de su propia cosecha, y el cóctel que nos sirve, aunque en principio puede parecer extraño, acaba por deslumbrarnos tanto por su fuerza como por su originalidad.
Frank Quitely realiza aquí uno de sus mejores trabajos, lleno de expresividad y dinamismo. Su dibujo, de linea sencilla y poco recargada, claramente influenciado por maestros como Moebius (del que hereda la capacidad de sintetizar caricatura y realismo en un mismo dibujo) u Otomo (de quien capta tanto la expresividad facial como el dinamismo), acompaña en todo momento al relato, y transmite las emociones necesarias en el momento justo, ya sean dramáticas, cómicas, románticas o épicas.
Sin duda, estamos ante uno de esos libros que no deben faltar en la biblioteca de un buen comiquero, gusten o no los superhéroes, ya que no sólo dignifican al medio, sino que además justifican su existencia. Un imprescindible en toda regla.
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