La locura como puerta al infierno |
Descubrir buenos libros es un placer. Siempre. Si además lo haces de la mano de un amigo, es mucho mejor. Y si encima quien te guía es un compañero de profesión, es apoteósico. Fue Mónica Mateo, de la librería Cyber Cómis quien me llevó hasta El camino de baldosas amarillas, novela de Juan de Dios Garduño, la crónica del descenso infernal de un niño a los horrores de la locura.
Juan de Dios Garduño (del que ya habíamos recomendado aquí alguna obra suya) pertenece a esta nueva oleada de escritores, entre los que podríamos citar a Carlos Sisi, Manel Loureiro o Marc Pastor, empecinados en demostrar novela a novela que se puede ser escritor de género fantástico en este país y no morir en el intento. Ahí es nada.
Garduño hace patente en El camino de las baldosas amarillas la frase que una vez escuché en boca de un psiquiatra: "La palabra del loco no existe". Garduño retrata crudamente la indefensión del loco ante los cuerdos, y demuestra que los verdaderos monstruos (o al menos, los más terribles) no son los que están encerrados en nuestra mente o en el más profundo y oscuro de los sótanos, sino aquellos que afloran cuando una persona con autoridad puede ejercerla sobre otros con total impunidad. Y que los verdaderos héroes son los que, una vez a salvo, son capaces de desandar el camino para recuperar lo que más quieren, sin temor a las consecuencias.
Juan de Dios Garduño (del que ya habíamos recomendado aquí alguna obra suya) pertenece a esta nueva oleada de escritores, entre los que podríamos citar a Carlos Sisi, Manel Loureiro o Marc Pastor, empecinados en demostrar novela a novela que se puede ser escritor de género fantástico en este país y no morir en el intento. Ahí es nada.
Garduño hace patente en El camino de las baldosas amarillas la frase que una vez escuché en boca de un psiquiatra: "La palabra del loco no existe". Garduño retrata crudamente la indefensión del loco ante los cuerdos, y demuestra que los verdaderos monstruos (o al menos, los más terribles) no son los que están encerrados en nuestra mente o en el más profundo y oscuro de los sótanos, sino aquellos que afloran cuando una persona con autoridad puede ejercerla sobre otros con total impunidad. Y que los verdaderos héroes son los que, una vez a salvo, son capaces de desandar el camino para recuperar lo que más quieren, sin temor a las consecuencias.
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