Ficha técnica
Autor: Paolo Cossi (guión y dibujo)
Páginas: 144, en blanco y negro.
Editor: Ponent Mon
PVP: 15,00€
El primer genocidio moderno
¿Quien se acuerda hoy de los armenios? Adolf Hitler
Siempre que se habla de holocausto o genocidio, instintivamente asociamos esta palabra al pueblo judio. Pero no debemos olvidar que dicha palabra no es patrimonio ni exclusiva de nadie, como si aquellos terribles acontecimientos hubieran sido una simple excepción en la historia de la Humanidad. Nada más lejos de la verdad.
Este libro narra los hechos acaecidos en territorio del Imperio Otomano, entre 1914 y 1916, nos relata la persecución del pueblo armenio y nos muestra como, una vez más, el resto del mundo miró hacia otro lado. Nos desvela el Medz Yeghern (La Gran Catástrofe), que es la expresión con la que los armenios se refieren a dicho genocidio.
Una historia demasiado real
Cada vez que se enseña a un grupo de personas a odiar a otro, se inventa una mentira para fomentar el odio y justificar un complot. Will Eisner
La historia, contada prácticamente de forma lineal, empieza en 1915 y finaliza en los 60, con la conmemoración del 50 aniversario del genocidio armenio. El relato avanza gracias a dos ejes bien diferenciados. Uno de ellos nos relata la tragedia humana, tomando como base el relato de dos testigos de excepción, el armenio Aram y el turco Murat, y el otro la tragedia política, a través de los cínicos ojos de Nicolaj y de la mirada crítica del soldado alemán Wegner. Cossi no hace concesiones en ningún momento, y por desgracia nos revela con toda la crudeza posible lo ciertas y vigentes que son las ideas de Plauto, que siglos después resumiría Thomas Hobbes en la sentencia Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre).
Dibujar el horror
Los armenios morían de todas las muertes del mundo. Armin Wegner
Cossi nos muestra el desastre con un dibujo más cercano a la caricatura que al realismo, sin ápice de color, lo cual hace que el relato se nos aparezca mucho más mordaz y cruel. Así, esta obra está en la línea de la biográfica Persépolis o las obras costumbristas de Eisner. Esa irrealidad hace aún más impactante la narración de los hechos, y le permite ser explicito sin obligarnos a apartar la mirada del horror que aparece ante nuestros ojos. Este recurso se hace patente incluso en el tratamiento de las fotografías del joven soldado Wegner, redibujadas y enmascaradas para que sea la imaginación del lector quien las complete.
Conclusión
Cuando las tragedias de la historia se confunden, y el muchacho al que le preguntan en clase sobre la fecha de un acontecimiento se confunde por tres siglos, significa que ya no duele: que hayan ocurrido o no, ya no importa. Ferdinando Camon
Es esta una obra sin concesiones y que apunta sin tapujos hacia los auténticos culpables del genocidio, ya sea por acción o por omisión. Llena de buenos diálogos, frases mordaces ("Deja a Dios en paz, que como descubra que te fías de un musulmán te fulmina en un periquete.") y excelentes detalles, como por ejemplo el cameo de un capitán de barco con un sospechoso parecido a Corto Maltés (Hugo Pratt ya hace referencia a este desastre en La casa dorada de Samarcanda) o el juicio por el asesinato de Mehemet Talât el 15 de marzo de 1921 a manos del joven armenio Sogomon Tehlirian. Una obra que nos obliga a mirar para no olvidar.
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