Han sobrevivido al frío y a los cosacos. Pero... |
Invierno de 1812. En la helada estepa, el ejército de Napoleón se bate en retirada. Los soldados Serpierre y Ducasse, tras huir de los cosacos, logran refugiarse en un pueblo abandonado. Allí, junto con un grupo de desharrapados supervivientes de todo tipo y calaña, intentarán sobreponerse a los estragos de la guerra, del hambre y del crudo invierno ruso. Y por si fuera poco, deberán enfrentarse a una ominosa entidad que habita en el pueblo y que amenaza con devorarles, tanto en cuerpo como en alma.
Esta es la historia que nos ofrece Hernán Rodríguez en la obra Fuego Negro. Un esquema básico del terror (grupo encerrado en un recinto concreto, perseguidos por una entidad sobrenatural que intenta matarles), repetido hasta la saciedad en multitud de películas y tebeos, pero que Rodríguez presenta de una forma fluida y entretenida.Y nos la sirve cruda, una historia que funciona mejor cuando narra los horrores del hambre, las consecuencias de la guerra en la naturaleza humana o la brutalidad de la naturaleza. Aunque el aspecto sobrenatural de la historia está bien tratado, una mejor profundización en el carácter de los personajes (especialmente los secundarios) hubiera ayudado a que el clima de terror fuera mayor (a mayor familiaridad con un personaje, más sufrimos su pérdida). En cuanto al aspecto artístico y de narrativa gráfica, aunque el dibujo de Hernán Rodríguez no convencerá a los amantes del realismo clásico, tiene un estilo esquemático (tanto en trazo como en color, en el que predominan colores básicos), casi abocetado, pero con una dureza y dinamismo que dan a la historia mayor fuerza narrativa. Lectura imprescindible y muy recomendable para los amantes del terror lovecraftiano.
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