Uno de los resultados positivos (por no decir el único), es que sólo un 10% no sabía que se celebraba el Saló. Y eso indica que a ese nivel, la organización ha realizado una gran labor informativa, más si tenemos en cuenta el cambio de ubicación (que ciertamente no es reciente, pero que algunos aún desconocen) y los bailes de fechas (de mayo pasamos a junio y de junio a abril). Además, los medios de comunicación se han hecho eco del evento en numerosas ocasiones, antes, durante y después del evento (la portada de Manara en El Periódico, impagable).
Ahora vamos con los peros. ¿Es el Saló interesante para el fandom? Pues aunque la mayoría decidieron ir (55%, si sumamos los si y los no), aún existe un 35% (un tercio) que, aunque sabían que se celebraba, decidieron no ir. Y un tercio son muchos aficionados, demasiados como para no tenerlos en cuenta.
Pero lo más grave viene a continuación. De los que decidieron ir, sólo el 27% de los aficionados se muestra satisfecho con lo que allí encontró, mientras que el 73% (el 40% de nuestra encuesta) se sintió decepcionado. De hecho, el Saló no es del agrado del 75% de los aficionados, si sumamos los que decidieron no ir a los que no les gustó el evento.
¿Cómo hacer el Saló más atractivo? En esa línea, lenta pero segura, se mueve la organización, y en especial su director, Carles Santamaría. El primer paso realizado fue el cambio de ubicación, ya que la Fira es mucho mejor enclave para un evento de este tipo (de la Estació, mejor ni hablemos). Aunque eso supuso un cambio de fechas, el mes escogido actualmente, abril, es mucho mejor que junio. El segundo, es que el Saló tenga mayor repercusión en los medios y así acercarlo al gran público, siguiendo esa tendencia, necesaria, de ampliar mercado. Eso nos lleva al tercer paso, aún a medio andar, que es la divulgación.
Y es que el Saló se mueve aún entre la rentabilidad (lo puramente comercial) y la difusión cultural. Ciertamente, el número de exposiciones ha crecido en los últimos años, pero algunas son casi anecdóticas (por no decir pequeñas), o son poco divulgativas (colgar una serie de originales, sin más, no conduce a nada) o están mal ubicadas (deberían aprovecharse más los espacios centrales, y no relegarlas al fondo, como si fueran un estorbo). En parte eso es lo que quiere el aficionado: mejores exposiciones, más actividades, más autores, más conferencias. Y aunque editores, distribuidores y libreros también debemos tener nuestro lugar en un acto como éste, convertir el Saló en un simple mercadillo, en el que además todos los tenderetes ofrecen prácticamente lo mismo, no es lo más indicado si queremos que el medio (y el mercado) no sólo crezca, sino que se mantenga.
Nos vemos en el Saló 2009.
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