Ricard Castells i Cots es uno de nuestros autores más importantes, perteneciente a la generación que nos ha dado dibujantes de la talla de Ferry, Das Pastoras o Miguelanxo Prado. Con un estilo inconfundible y personal, de desbordante imaginación onírica y gran dominio del color, Castells justificó, a lo largo de su carrera, que eso que llamamos tebeos es sin duda alguna Arte (con mayúsculas). Y lo hizo de forma silenciosa y discreta, huyendo del reconocimiento y fama que otros autores de su generación han recibido, incluso cuando recibió el premio del Salón del Cómic 1999 a la Mejor Obra por Lope de Aguirre: La Expiación (con guión del ilustre Felipe Hernández Cava), tras más de 25 años de esforzada carrera.
Y para muestra de lo dicho anteriormente, tenemos el álbum que nos ocupa, Equador, que ve la luz póstumamente, diez años después de la repentina muerte de Castells. Una obra que ha tenido que esperar diez años para ver la luz y encontrar un editor (De Ponent) lo suficientemente audaz para publicarla tal y como quería su autor, y que gracias a ello invita a la relectura continua, y que permite disfrutar de la obra a varios niveles (sólo como lectura, o como libro ilustrado, o como historieta). Equador es un auténtico placer para la vista, un verdadero poema visual en el que es difícil no sentirse imbuido y sumergirse en él gracias a la sensual belleza de sus viñetas. Un homenaje en toda a regla a un gran artista inmerecidamente desconocido.
Y para muestra de lo dicho anteriormente, tenemos el álbum que nos ocupa, Equador, que ve la luz póstumamente, diez años después de la repentina muerte de Castells. Una obra que ha tenido que esperar diez años para ver la luz y encontrar un editor (De Ponent) lo suficientemente audaz para publicarla tal y como quería su autor, y que gracias a ello invita a la relectura continua, y que permite disfrutar de la obra a varios niveles (sólo como lectura, o como libro ilustrado, o como historieta). Equador es un auténtico placer para la vista, un verdadero poema visual en el que es difícil no sentirse imbuido y sumergirse en él gracias a la sensual belleza de sus viñetas. Un homenaje en toda a regla a un gran artista inmerecidamente desconocido.
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