La primera lección |
Al igual que con el caso de Zaya, que comentamos no hace mucho, en La Piel del Oso volvemos a tener a un tandem con guionista veterano (Zidrou) y un debutante (Oriol Hernández). Y volvemos a hablar de un tebeo con mayúsculas. En este caso, imprescindible.
Aparentemente, La Piel del Oso podría parecer una simple historia de amor, pero Zidrou nos ofrece más de eso. Su narración es un puzzle de pequeñas historias, cada una con sus mensajes, con su contexto, que conforman una telaraña que nos atrapa por el cogote desde el principio, sin darnos cuenta, y no nos permite dejarla hasta que llegamos, lenta, suave e inexorablemente, al desenlace. Encontraremos un relato de iniciación, teñido de historia policíaca con mafiosos crueles, y el retrato de una venganza y una espera, con las consecuencias que ambas posturas traen a sus protagonistas, aderezado con pequeñas y grandes traiciones. Pero por encima de todo, es un agridulce cuento romántico, en la que el tiempo perdido, que jamás podrá recuperarse, es el mayor castigo.
Para ilustrar esta historia, Zidrou ha contado con la inestimable colaboración de los trazos rectilíneos de los lápices de Oriol Hernández, que bebe de sus adorados Mignola y Kieth (como él mismo nos confesó durante la presentación en Landròmina, el diseño de Pomodoro es un pequeño guiño a Hellboy), y que ha sabido adaptar su estilo, normalmente más oscuro, a las exigencias de la historia, usando una paleta de colores más luminosa de lo habitual en él, pero que ayuda a darle al relato la atmósfera de fábula que la historia necesita.
Estamos sin duda ante un gran álbum. Aparte del éxito (vista la buena acogida de público y críticas) que prevemos tendrá en nuestro país, en Francia La Piel del Oso ya ha sido nominado a varios premios (Ouest-France-Quai des Bulles, Landerneau BD, SNCF du Polar/BD). Y sólo es el principio.
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